Mi cuenta

La otra cara de la pandemia: efectos psicológicos

19 de febrero de 2022

La pandemia por el COVID-19 ha afectado en muchos ámbitos a la población, ya sea de forma física, psicológica, emocional, económica o social.

Las medidas restrictivas como el aislamiento domiciliario y el aumento de contagios en los primeros meses de estado de la alarma han provocado consecuencias significativas.

Tanto personas adultas, como gente de la tercera edad, como niños y adolescentes, han sido víctimas de estas secuelas producidas por la pandemia.

El impacto psicológico multidimensional ha aparecido a nivel personal, de grupo y organización. Es decir, las consecuencias más allá de la sintomatología física, han aparecido en todos los ámbitos cotidianos.

Entre las principales consecuencias psicológicas se encuentran: temor al contagio, a las medidas de aislamiento (ya sea nuevas medidas, como reaparición de medidas previas), ánimo depresivo, incremento de consumo de alcohol, “burnout”, ansiedad y estrés, entre otros.

  • ansiedad, estrés y estado de ánimo depresivo se focaliza sobre todo en población adulta (40-60 años aproximadamente).

  • aumento de consumo de alcohol y adicción a nuevas tecnologías está entre los grupos más jóvenes y adolescentes.

  • miedo a contagios y las posibles consecuencias (enfermedad, hospitalización, muerte) predominaban sobre todo en personas mayores de 60 años, al formar parte de una de las poblaciones de riesgo.

  • ” bornout ” o estrés laboral en aquellas personas dedicadas profesionalmente en el ámbito sanitario, de trabajos de primera necesidad que permanecieron en activo durante la fase de la primera ola, o bien por parte de los profesionales relacionados con el ámbito educativo , todos bajo presión para restablecer la normalidad.

  • adicción a nuevas tecnologías, dependencia de cuidadores, generación de trastornos de ansiedad e hiperactividad, en niños y niñas.

 

Estudios focalizados en la población infanto-juvenil, desvelan que a raíz de la pandemia se ha generado mayor dependencia emocional hacia los cuidadores principales, inmadurez mental, problemas de sueño, incremento de la obesidad infantil y mayor exposición a las nuevas tecnologías con las que se ha generado un mayor uso y en muchos casos han aparecido adicciones hacia ésta.

A su vez, uno de los síntomas más frecuentes en toda la tipología de población ha sido los problemas emocionales y de gestión de éstos, como los problemas de sueño y ansiedad. También se encuentran entre estas una alta preocupación, desesperanza, nerviosismo e inquietud prolongada y en ocasiones, desproporcionada.

Se ha generado una intolerancia a la incertidumbre, que genera de forma indirecta un incremento de estados de ansiedad, y mecanismos cognitivos, emocionales y conductuales para afrontar la pandemia. Es decir, en el contexto de emergencia sanitaria, las personas han identificado puntos claves con el objetivo de evitar exponerse al contagio, desarrollando así emociones negativas y creencias que pueden magnificar o minimizar el riesgo.

También despliegan comportamientos de protección frente al riesgo de contagio que incluso se pueden transformar en conductas discriminatorias. Estos comportamientos influyen a la hora de desarrollar conductas de prevención y repercuten en el deterioro de la salud psicología y social.

La población se ha dividido, puesto que muchas personas creen firmemente los mensajes transmitidos por los medios de comunicación, y otros, que están en contra de las medidas establecidas desde el gobierno y de lo que se nos hace llegar. Sin embargo, con la aparición de las vacunas, el debate ha seguido en pie, poniendo cara a cara a las personas que estaban dispuestas a recibir las dosis en contra en virus, y de las que creían que no era necesario pasar por esta pauta de vacunación. Este hecho ha provocado que hayan surgido enfrentamientos entre las personas, dentro de la sociedad, dentro de los grupos de iguales e incluso en el ámbito intrafamiliar . Con esta disputa, se han roto muchas rutinas cotidianas y relaciones.

También hay que recalcar, que ha habido una pérdida de hábitos saludables a nivel general, y que el porcentaje de víctimas de violencia de género e intrafamiliar ha aumentado significativamente, sobre todo durante el período de confinamiento inicial, y posteriormente en las cuarentenas por contacto o contagio del virus. Se ha registrado un mayor número de llamadas al teléfono que ofrece ayuda a las víctimas de violencia de género, aunque en el estado que se encontraba el país, los recursos ofrecidos han sido muy reducidos, tanto en este ámbito como en el de la salud mental.

Las personas que previamente sufrían un trastorno mental, han experimentado un agravamiento de la sintomatología a raíz de la pandemia, puesto que las condiciones son diferentes, se ha generado nuevos focos de estrés y ansiedad, y la constante preocupación ha desarrollado crisis y aumento de los síntomas negativos en gran parte de personas que padecen enfermedades mentales.

Raquel Bonet Molins — Psicóloga